Entre festival y festival, y aprovechando su paso por el Rock Fest, Judas hace parada técnica en Madrid para llevar el agua a su molino con la calidez de las noches de verano del foro y sus aledaños. Además, si te rodeas de dos invitados con empaque, la cosa puede quedar bonita, sin dejar fechas libres en el ajustado calendario estival.
Crónica de Javier Pérez de MariskalRock
Que Sebastian Bach cancelara a pocas semanas del concierto su actuación restó poder al cartel, ya que Krokus sí…pero no. No es lo mismo. El ex-Skid Row tiene más tirón y más nombre a nivel global.
No fue un reventón histórico ni mucho menos, pero sí hablamos de una muy digna entrada a pesar de los pesares, que eran variados. A saber: domingo, fecha muy vacacional y precio bastante alto. Pero, como comentaba, mucha gente para vivir el regreso de los ingleses.
Krokus, veteranos suizos de la escena hard rock más clásica, realizaron una actuación correcta, con un buen sonido general que se mantuvo durante toda la jornada. La banda usa tres guitarras para contemporizar una música elegante, deudora de AC/DC sobre todo en la voz de Chris Von Rohr, pero exenta de la grandeza de los australianos. El calor asfixiante tampoco ayudó; el público estaba más pendiente de evitar el sol asesino que de poner salsa al guiso. 50 minutos que aprovecharon para disfrutar ellos mismos y para entretener a los más fervientes del gentío. Sorprendente que la segunda canción que tocaron fue una versión del “American Woman”. Cumplieron.
Helloween salen puntuales a las 21h. Un telón con la portada de su último trabajo discográfico y la cabeza de la Estatua de la Libertad, convertida en calabaza en formato de muñeco hinchable aposentado a la izquierda, conformaba un escenario resultón.
“Eagle Fly Free” y “Dr. Stein” son infalibles en un inicio cómodo. Menos powermetaleros y más comedidos y chulescos, los teutones andan en buena forma y se divierten. Deris, muy hablador durante toda la gala en un castellano plausible, se ha acomodado a los clásicos más imperecederos y difíciles, llevándolos totalmente a su terreno. De esta forma ya ni chirría oírselos a él, ni quedan deslavazados.
El combo presenta su nuevo ejercicio discográfico con la homónima “My God-Given Right”, que da lugar a que el público entre en acción coreando lo que nos piden. Dos más de épocas recientes, “Straight Out Of Hell” y “Lost In America”. Sascha Gerstner toma mucho protagonismo al encargarse de los coros, con ese aura de vampiro de Crepúsculo, blanquecino, moderno de peinado y de negro impoluto con chupa incluida, a pesar de la que estaba cayendo. Weiki ha encontrado la horma de su zapato y un complemento ideal, dejándose espacio entra ambos y repartiendo responsabilidades.
“If I Could Fly” y una celebrada “Power” hacen camino para un medley donde Andi luce sombrero de copa y enlazan “Halloween”, “Sol Survivor”, “I Can”, “Are You Metal?” y “Keeper Of The Seven Keys”. Para hacerles un monumento.
Uno a uno se van retirando para que se quede Gerstner en solitario y enlace el bis con “Future World” y “I Want Out”.
Helloween se encuentra en un estado de gracia, recuperando camino con soltura, saber estar y poderío. Una hora que supo a poco y que, gracias a un repertorio muy bien llevado y elegido, consuma una actuación que rozó el sobresaliente.
Ya en plena noche, la música de AC/DC nos calentaba para lo que estaba al caer. A eso de las 22:40h un telón con el logo del sacerdote cubre las tablas. El volumen se despierta y suena “Battle Cry” a modo de introducción. Es entonces cuando Judas Priest salta a escena con “Dragonaut”. Sobre las tablas, cuatro pantallas unificadas forman un cuadrado donde sólo dejan espacio para la inmensa batería de Scott Travis. A lo largo de la presentación, se sucederán sobre ellas imágenes que colorearán los temas elegidos. Cierto es que esta escenografía creaba un ambiente especial, pero, si las comparas con la de otros monstruos de su época, cojeaba.
“Metal Gods” es la segunda y Halford, sin alardes, cumple. No estamos a finales de los ’70, pero mantiene voz y ritmo de concierto. Las imágenes escupen un ejército de androides que acompaña a la marcha casi imperial del tema, al que el respetable responde con fervor a la altura del legado. “Devil’s Child” no falla, mientras “ Victim Of Changes” pone de nuevo a prueba al frontman, que sale airoso del envite. “Halls Of Valhalla” tira de épica con rollo vikingo de soporte visual. Es entonces cuando se acelera el ritmo y sube enteros. Pero “Turbo Lover” es lo que espera la masa y Halford nos enseña el micro y cual maestro de ceremonias deja que seamos nosotros los que lo cantemos poseídos. “Redemeer Of Souls” y “Beyond The Realms Of Death” están mal colocadas. Van de la mano y la duración conjunta es excesiva, frenando demasiado.
Eso sí, un freno anecdótico, porque a partir de aquí vamos sin frenos. “Jawbreaker” es la lanzadera limítrofe entre los grandes temas y los que vienen, que si bien no son los mejores, sí son los más conocidos. “Breaking The Law” desata la carrera con las pantallas iluminadas a base de sirenas de policía, bandas de forajidos y recortes de periódicos. Harley al entarimado para “Hell Bent For Leather” y Rob, con gorra de cuero, cierra el primer bloque antes del encore. “The Ellion”, unida de por vida a “Electric Eye”, donde Halford cual perro viejo toma aire dejándonos hacer, son unificadas con “You’ve Got Another Thing Comin”. Eso sí, la mala noticia era que ya nos estábamos acercando a los últimos compases de la jornada, todo ello con soltura y brillantez.
Aprovecha el “nuevo”, Richie Faulkner, para demostrar que su integración es absoluta; de hecho, creo que la consistencia y la imagen del guitarra ha hecho subir muchos enteros a la banda. Travis tiene un micro cerca, y con pocas palabras y mucha energía, embiste con ese redoble imperecedero que avista “Painkiller”; momento cumbre, prueba de fuego. Trallazo colindante con el thrash que termina con Rob de rodillas gritando descosido sabiéndose ganador. “Living After Midnight” corona una presentación que no deja lugar a improvisaciones. Se acaba y punto. Cada uno a su casa.
Tarde noche radiante en todos los ámbitos. The Priest is back.
Crónica de Javier Pérez de MariskalRock