The Heart Of The Matter es el tercer álbum de la banda noruega Triosphere, formada en 2004 y que ya en sus anteriores trabajos, Onwards (2006) y The Road Less Travelled (2010), había expuesto unas interesantes cualidades.
Cuatro años después de su última entrega, nos ofrecen un disco de parámetros intensos en los que concluyen sus reconocidos perfiles propios del power metal aderezados con aditamentos progresivos.
Puntuación: 8,25
Crítica de Locky Pérez de Musicopolis
Liderados por Ida Haukland (vocalista y bajista) y Marius Silver, ambos componentes originales, Triosphere apuestan por las atmósferas exhuberantes los ritmos galopantes y los desarrollos guitarreros sorpresivos, sin olvidar la personal voz de Ida y con el guitarrista T.O. Byberg y el batería Orjan Aare Jorgensen completando un consistente muro sonoro. Orjan, dejó el grupo después de la grabación del disco.
Lo cierto es que, The Heart Of The Matter nos muestra a un grupo en un estado de forma envidiable con canciones como “My Fortress”, “Steal Away The Light”, “The Sentinel” o “Relentless”, rebosantes de energía que dejan al descubierto una efectiva labor de Marius aportando continuos recursos solistas sobre la contundente base rítmica de sus compañeros, de la que también sobresale la poderosa voz de Ida.
Hay canciones donde la voz queda más en primer plano, como “Breathless”, “Deparures” o “Remedy”, con partes instrumentales más convencionales y puntuales momentos de serenidad.
Pero siempre prevalecen las acciones resolutivas donde los vertices robustos se enredan vertiginosamente alrededor de enfoques melódicos, como en “The Heart’s Of Dominion”, “As I Call” o “The Sphere”.
Sin duda un decisivo paso adelante en la carrera de los noruegos que se despiden con la balada “Virgin Ground”, para lucimiento de Ida, que muestra su lado más sensible, después de que en “Storyteller” hayan dado una nueva muestra de clase mezclando los ingredientes que hacen de The Heart Of The Matter un álbum altamente competitivo, incluyendo una frenética parte solista de guitarra y un sugestivo ritmo.
Crítica de Locky Pérez de Musicopolis