El mundo del rock es amplísimo y muy variado, sus tendencias, como las de toda la música, cambian, y actualmente el heavy metal de corte más tradicional en el que se puede englobar (con peros) a los asturianos atraviesa un ciclo de baja popularidad, no solo en España. No hay motivo para el desaliento, antes o después recobrará fuerzas, y mientras tanto, es un alivio en lo que concierne a nuestro país poder contar al menos con una banda que reúne grandes audiencias y mantiene viva la llama eterna…
Crónica de Juan Destroyer de MariskalRock.com
Al contrario de lo que se pudiera pensar, el público del concierto no fue exclusiva y prototípicamente heavy, lo que evidencia que la cita era de interés general por mucho que los grandes medios ninguneen al género. Que el pulcro presentador y actor Christian Gálvez, uno de los rostros más famosos de la tele, figure entre sus seguidores, da la medida de todo lo que os estoy contando.
Los conciertos de la presente gira de Warcry son largos, pero además para Madrid se reservaron un set especial que arrancó a las 20:20 y expiró a las 23:00, hora de toque de queda en una sala que ha sufrido un nuevo recorte en su aforo, hasta los 1.800 asistentes. Esos son los que congregaron, vendiendo todo el papel con antelación, de forma que el grupo se ha atrevido con una segunda fecha en la misma sala para el 17 de enero. Pero no nos desviemos, que lo que ahora importa es contar lo que aconteció en la primera contienda.
La banda prefiere dar pocos conciertos pero hacerlos todos ellos en las mismas condiciones, de forma que si les has visto ya en la Gira Inmortal 2014 sabes cómo es la producción del show, con una gran pantalla posterior y panel con jeroglíficos en cada lateral cerrando y delimitando un escenario bastante diáfano, en el que está a la vista lo estrictamente necesario, como a ellos les gusta. Las connotaciones del antiguo Egipto se trasladan también al vídeo de introducción, en el que cada miembro del grupo se transforma en faraón.
Especialmente por su letra, “Quiero oírte” es un inicio perfecto. Víctor sale justo en el momento en el que tiene que empezar a cantar y nos deja varias frases a nosotros. Basta un solo “¡Sí!” suyo a modo de aprobación para encender aún más a la audiencia, que no duda en responder a la primera de muchas invitaciones a dar palmas que hubo a lo largo de la velada. Al llegar a la palabra “Pasión” el cantante lanza un alarido que subraya precisamente eso: la pasión que le ponen a la interpretación, palpable también en un Pablo que canta gesticulante la letra aunque no tenga micrófono delante.
Según qué canción esté sonando, cambia en la pantalla el logo del grupo y la ambientación de las imágenes, de modo que en muchas ocasiones referencian al álbum al que pertenece, caso de la ciudad devastada que acompaña a “La última esperanza”. Pablo farda llevándose la mano derecha a la oreja para que le aullemos mientras él sigue digitando con la otra como si nada, y la peña celebra también mucho la outro de teclas de Santi.
El grupo tiene muchísimas canciones ensayadas y cambia bastante sus repertorios a fin de poder mantener el factor sorpresa, pero con las mismas, también estructura bastante su set, incluidas las parrafadas de Víctor. En este punto el cantante nos cuenta por qué la frase “Madrid es especial” no es baladí, refrescándonos que, tras Avilés, aquí fue el segundo concierto del grupo como parte del mini-festival Metal Christmas, y acordándose también de otras citas importantes como la del Granito Rock. También tuvo un recuerdo para su habitual colaborador como corista Iván Blanco, que no pudo estar en la cita y se la envidiaba sanamente. “¡Pasadlo bien y dadles caña!”, les pidió el que en su día fuera teclista de Avalanch. Precisamente “La muerte de un sueño” supone una arrancada de doble bombo de Rafa que nos pone las pilas, y además en este tema, cuyo estribillo es muy coreado, aclara el sonido tras unos primeros minutos un tanto mate. A destacar cómo clava Yugueros el corte tras el solo y el superagudo final de Víctor. A la hora de dirigirse a nosotros algún gallo denota que el cantante no está al 100%, pero cumple en los momentos clave durante toda la noche.
El público corea el nombre de la banda mientras el escenario se inunda de rojo y la pantalla muestra el lyric video de “Venganza”, con imágenes de los músicos blandiendo armas en pose amenazante. Entre los temas de ‘Inmortal’ es de lo mejor recibidos, pero sube aún más la temperatura “Contra el viento”, precedido además por la dedicatoria a un fan de los de siempre, que les ha seguido en multitud de conciertos incluido este y que hoy además cumple años. Entrañable ver cómo la gente canta hasta la melodía inicial de guitarra, así como los primeros versos, que Víctor nos cede gustoso.
Después de “Perdidos” nos cuenta que siempre que le preguntan a qué sitios en los que no han estado les gustaría ir a tocar piensa en aquellos lugares donde las mujeres (presentes en buen porcentaje en la sala) “tienen que ir un paso por detrás y las lapidan en caso de adulterio”, asegurando que es solo “inseguridad personal y miedo”. Recibe una gran ovación por su presentación de “Cobarde”, donde la pantalla muestra fatídicas noticias en los periódicos relacionadas con la materia. La canción en sí también es muy celebrada y Víctor vuelve a rayar a gran altura.
“Siempre” puede ser perfectamente interpretada como una comunión son su público, que la hace suya al tiempo que provoca el headbanging de Pablo, no tan dado a hacer el bestia como Roberto al bajo.
El respetable vuelve a cantar “Warcry, Warcry” mientras que Víctor se sienta en la tarima a escuchar la intro de teclas de Santi en “Coraje”. Tanto por el tempo comedido como por los golpes en el herraje de la caja en la estrofa, es un tema atípico en la batería de Yugueros. Sin embargo escuchar al cantante subir así no es tan inusual, y al terminarlo bromea diciendo que “alguno se habrá roto por ahí”. Nos hace ahora repetir los gorgoritos que él canta, y sus “heys” terminan acelerándose hasta alcanzar la velocidad de los de “Alma de conquistador”, que explota directamente, obviando el comienzo de teclado. En la pantalla, cuernos, en la platea, frases que Víctor abandona a su suerte para que las cantemos nosotros. El intenso final, con chillido del cantante, el pulso del doble bombo y las teclas omnipresentes, es otro de los grandes momentos del concierto.
El ancestral mapamundi que preside “Nuevo mundo” es el tablero sobre el que el grupo juega entre los poderosos riffs de guitarra y ciertos detalles progresivos. Van un paso más allá, ya desde su barroca intro de teclas, en “Como un mago”, que rebaja un poco el ambiente en las partes más complejas, aunque el público vuelve a responder cuando Warcry pisa el acelerador.
A Víctor le lanzaron un sombrero de copa que se calza durante unos instantes dándole una apariencia a lo Slash. Nos pregunta si estamos aburridos ya conociendo perfectamente la respuesta y pasa a contarnos que para ellos la siguiente canción tiene un significado especial, recordando cómo se enganchó al heavy metal y enorgulleciéndose de que siga ahí “La vieja guardia”, que es en lo que se convertirán con el paso de las décadas los fans más jóvenes. La gente se vuelve loca con su powermetalero estribillo, y es perfectamente acompañada con imágenes de varias épocas del grupo primero y de clásicos del hard rock y el metal después.
Después de jugar brevemente con el “Paranoid” de Sabbath, y con permiso de su relajado preludio, suben aún más las revoluciones con “Ardo por dentro”, relajándonos después de tanta tralla con “El más triste adiós”.
El colmo del fanatismo: los hay que acoplan su voz también a la locución de “La maldición del templario”, canción con la que vuelven a empujar de lo lindo. “Amistad” es otra de esas en las que se cantan hasta las melodías de guitarra, y Víctor nos contempla con su típica pose, piernas abiertas, ligeramente encogidas, y las manos sobre los muslos. El frontman nos da las gracias y profundiza diciendo: “Toda banda debe saber que es tan importante como el público que va a verle. Es lógico. Si pensáis que vosotros disfrutáis, no os imagináis nosotros”.
A piano y voz empieza “Un poco de fe”, pero como bien es sabido, no dura mucho la calma, provocando el paroxismo del público y de los propios músicos, con Rafa levantándose de la silla, Víctor dándolo todo y Pablo llevándose la guitarra a la espalda en el punteo; termina el tema a lo Mustaine, alzándola todo lo que dan de sí sus brazos. La gente clama su nombre y él secunda la melodía con el instrumento.
Su precioso preludio de teclas anuncia “Huelo el miedo”, donde como no podía ser de otra manera se acompañan del ostentoso videoclip protagonizado por Christian Gálvez, que no pudo acudir al concierto. Es su nuevo himno, con el tiempo posiblemente a la altura de un “Devorando el corazón” en el que lo damos todo.
Víctor nos confiesa que hasta hace 15 días no tenían intención de tocar “Señor”, pero basta ver nuestra respuesta acompañando cada melodía para demostrar que mereció la pena retractarse. El cantante alcanza la nota imposible del final, ole sus huevos. Los gags de “Eye Of The Tiger” (Survivor) y “Holy Diver” (Dio) son sucedidos por “Tú Mismo”, otro de los momentos cumbre, con la gente saltando, y en el que Roberto tiene unos segundos de protagonismo. Lo despiden con Pablo disparando notas cual ametralladora, e incluso cuando ya se han retirado del escenario, se sigue cantando “Nada hay bajo el sol…”.
El parón se hace un poco largo, pero sabemos que no se van, y cuando regresan lo hacen con Víctor tocando la guitarra, acústica, de “Mi tierra”, algo nunca visto antes, como se encarga de apuntar el cantante. Reseñable también cómo se curran los épicos coros el resto de los músicos.
“El guardián de Troya” es otro de los pesos pesados del repertorio, todo un trepidante himno del heavy metal español. Al terminarlo el cantante asegura que ahora sí que se van, pero antes hace un alegato a la escena, contrariado por el cierre de salas pero sabedor de que lo que hacen “es importante. Pase lo que pase, ¡Hoy gano no!”, profiere sonadamente antes de decirnos adiós con esa oda a nuestra música que nos pone a botar y cuyo título se hace bien presente también en la pantalla. En su ocaso, son “Sweet Child O’Mine” y “La marcha imperial” de “Star Wars” las melodías que se cuelan entre la hecatombe sonora.
Terminan repartiendo púas y parches y saludando todos juntos, conscientes del trabajo bien hecho. Los hay que, a pesar de la duración del concierto, aún echaron en falta tal o cual tema, pero desde luego nadie puede ponerle falta al grupo después de tamaña entrega.
Crónica de Juan Destroyer de MariskalRock.com