Llega el otoño, y con él, las obligaciones. El trabajo, la rutina, la vuelta a empezar… pero para iluminar nuestros rostros y hacernos pasar un buen rato, con el frío llegan también los grandes conciertos del año. Y qué mejor manera que presenciar la descarga de los suecos IN FLAMES en la capital, en su primera fecha en España para la actual gira. Con su fama en directo, las expectativas eran altas. Y no decepcionaron.
Crónica de Pablo García de El Lado Oscuro de la Luna
Lo primero que me llamó la atención fue la media de edad del público. Tampoco quiero ponerme pureta, ni “abuelo cebolleta”, pero se nota el cambio de público del plato principal. Mucha gente joven, poca vieja escuela. Sin ánimo de ofender, se nota que no todos los fans antiguos disfrutan de los últimos discos de IN FLAMES, ni todos los fans actuales conocen lo viejo (esto lo pude comprobar in situ). Una situación que conocía de antemano, pero que no imaginé tan abultada.
WHILE SHE SLEEPS
Los primeros en salir a escena fueron los británicos WHILE SHE SLEEPS. Apenas dispusieron de media hora, cinco temas, pero no solo dejaron el pabellón alto para los más ajenos a su música, sino que, por lo que se pudo ver, un moderado reducto de incondicionales, que cantaron sus temas a pecho descubierto, se lo pasaron como enanos. La banda liderada por el cantante Lawrence Taylor gozó de un buen sonido, bastante nítido y con un volumen equilibrado.
Si bien practican un Metalcore potente, sin demasiados matices que los distingan en un estilo tan saturado, en directo se multiplican, con unas tablas impropias de una banda relativamente joven.
En conciertos más largos su estilo podría llegar a saturar, pero en píldoras breves, son una bomba de relojería. Desgarradores, cañeros, y tremendamente activos, con un vocalista hiperactivo, un ciclón, que no dejaba de pedir moshpits, practicar crowdsurfing, o revolotear en el escenario. Un frontman de categoría. Concierto corto, pero a todas luces, intenso.
WOVENWAR
Los americanos WOVENWAR, nacidos de las cenizas de AS I LAY DYING, fueron los segundos en desfilar. Con un ambiente más animado tras la buena descarga de WHILE SHE SLEEPS, la banda ofreció un espectáculo más que correcto, apoyado en ese Metal Moderno que practican.
No ayudó el sonido, inexplicablemente muy inferior a la banda previa, ni su propuesta: sobre los casi 40 minutos que gozaron, llegaron a hacerse repetitivos. Son unos buenos músicos, pero su sonido igual era demasiado meloso para la ocasión. Lo mejor, sin duda, la sincronización de voces de Shane Blay (voz principal/guitarra) y Josh Gilbert (voz/bajo) y la pegada del batería. Lo peor, que la propia batería de Jordan Mancino se comía en sonido a todo lo demás. Al principio costaba escuchar las voces de los cantantes, algo que se recuperó con el tiempo, pero las guitarras, pese a ser tres sonando a la vez, nunca llegaron a brillar como deberían, opacadas por el sonido del bombo. Tampoco ayudó que la gente no conocía sus temas, de hecho, algunos ni sabían que eran ex-miembros de AS I LAY DYING.
Correctos, por las ganas que le echaron. Por lo demás, pasaron sin pena ni gloria por La Riviera.
IN FLAMES
El momento había llegado. La afluencia de gente en la gran sala de La Riviera era mayor que nunca, y el público estaba esperando a los suecos. No tardaron en aparecer en orden: primero el batería Daniel Svensson, luego el resto de instrumentistas, y, finalmente, el frontman Anders Fridén, cara visible de IN FLAMES.
Abrieron a degüello con los dos temas de su último disco: In Plain View y Everything’s Gone, Siren Charms (puedes leer nuestra reseña aquí), que ya ha calado en la audiencia. Aunque el sonido mejoró respecto a WOVENWAR, las guitarras seguían sin sonar como tenían que sonar. ¡IN FLAMES no sonaban ya ni como WHILE SHE SLEEPS! Lo nunca visto, aunque con el tiempo, tras 4-5 temas, mejoraría. La temperatura aumentó notablemente con un tema de su anterior obra, Fear is the Weakness de Sounds of a Playground Fading (2011), coreada al unísono, hasta el estallido de uno de los temas más antiguos de la velada: Trigger de Reroute to Remain (2002). Después, era el turno para el guiño al fan antiguo, que ya me temía que iba a pasar desapercibida: Resin, de Colony (1999), la única representación noventera del setlist. Es lo que comenté al comienzo de la crónica, el cambio de público: la mayoría coreaban el riff, pero no conocían la letra. Se puede decir sin miedo que pasó desapercibida entre el grueso del público. Con estos datos, y viendo que Anders no llega a las voces guturales de antaño y tira de trucos de perro viejo, es normal que se olviden de su pasado, para tristeza del que escribe la crónica.
Fridén estuvo muy correcto: clavando cada registro exhibido en Siren Charms y en Sounds of a Playground Fading, pero más discreto en las voces gritadas, que o bien las rasgaba ligeramente, o bien tiraba de guturales graves cuando no llegaba al tono agudo. A partir de aquí el tono se realzó un poco: primero con Where the Dead Ships Dwell, y después con la especialmente emotiva With Eyes Wide Open. Uno de los mejores temas de su último disco, que en directo se elevó hacia cotas insospechadas: fue sin duda el tema nuevo que mejor sonó. Paralyzed, como esperaba, funcionó bien en vivo. No tanto el polémico single Through Oblivion: tema alejado del Metal, calmado, introspectivo… y menos intenso, con menos calor para el directo. No sé si perdurará en sus conciertos. Cabe destacar que subieron a alguien del público que, tras grabar un rato con su cámara, le permitieron tocar un solo de bajo breve, tapping inconcluso mediante, con el equipo de Peter Iwers. Se lo comieron los nervios, pero fue un detalle.
La segunda mitad del espectáculo transcurrió en vaivén. Ropes y Delight and Angers, para mi sorpresa, no funcionaron tan bien como esperaba. Cosa que se solucionó muy pronto con dos himnos, las dos canciones más populares de la banda: Cloud Connected y Only for the Weak. El respetable cantó, botó, se emocionó y gritó, y no es para menos. Estos temas suponen el nexo de unión entre lo viejo y lo nuevo, el fan que goza con Whoracle (1997) y el que disfruta cada segundo de sus últimas obras. Temas fijos en su repertorio, sí o sí. En ese momento, un chico del público salió a grabar al escenario, pasándoselo como un crío.
Aquí llegó una falsa retirada, para colocar de fondo, pregrabados, los acordes iniciales de The Chosen Pessimist. Un tema que puede dividir a la audiencia: durando más de 8 minutos, siendo la canción más larga de su ya extensa discografía, para muchos no es un tema adecuado para el directo. La tibia reacción del público puede dar fe. Así que voy a barrer para casa y diré que, si en estudio es de mis temas favoritos de la última etapa de la banda, con diferencia, en vivo la disfruté más. Emotiva, desgarradora, atmosférica, con un crescendo magistral y una actuación vocal de matrícula, un ejercicio de solemnidad magistral. No la cambiaba por nada.
Para la recta final tiraron de singles, cada uno de sus últimos 5 discos: así pues, desfilaron The Quiet Place, salpicada de efectos electrónicos y envuelta por luces verdes, Rusted Nail, The Mirror’s Truth, en la cual Anders ordenó moshpits, Deliver Us, muy groovie y botada, y finalmente la cañera Take this Life, de las piezas más despiadadas que cayeron en la noche madrileña. Un broche final a un buen concierto, de una hora y media aproximadamente, con sus pequeños peros.
Aunque el sonido se estabilizó más pronto que tarde, esos pequeños detalles técnicos, el setlist algo discutible: ya no es por temas de sus primeros discos, que lo entiendo más, pero, ¿y Alias, y My Sweet Shadow, y Sounds of a Playground Fading? Otra cosa es el estado de forma del vocalista. Bien en tonos limpios, regular en gritados. Solo por eso les “perdono” el abandono de temas clásicos, por lo obvio.
Por lo demás, la banda sonó muy engrasada, con Niclas Engelin completamente adaptado tras 4 años como miembro estable, y siempre sonriente (en especial el motor de composición de la banda, el guitarrista Björn Gelotte, tras su espesa barba canosa lucía una sonrisa incluso mayor a la del público), y sobre todo, comunicativos.
En definitiva: concierto muy bueno, que yo disfruté como el que más, siendo la primera vez que veía, por fin, a los suecos, pero con puntos grises que impidieron que la experiencia, siendo fríos en el análisis, fuese sobresaliente. Notable alto para IN FLAMES, y hasta la próxima.
Tras casi 3 horas de espectáculo total, con puntualidad estricta en la aparición de las tres bandas, solo me queda señalar el tema de la asistencia. Siendo La Riviera una de las salas más grandes de Madrid, esperaba más lleno. El IVA ha hecho daño en el bolsillo por la subida de las entradas. Algunos deberían replantearse el daño que hace en los espectáculos culturales. Y tras esta rajada política, termino afirmando la buena forma en directo de los suecos, y lo que prometen WHILE SHE SLEEPS. Disparo certero el pistoletazo de salida de la temporada de giras, desde luego.
Crónica de Pablo García de El Lado Oscuro de la Luna