Monster Magnet – 6 Febrero 2014 – Sala Arena (Madrid)

Ni teloneros ni leches. Dave Wyndorf y sus muchachos suben al escenario, se cuelgan sus instrumentos y se lían a darle a la manivela. La manivela del rock psicodélico y del hard rock. Que de los dos hay en el universo de Monster Magnet. Con ustedes, la mayor institución viva del stoner rock y la madre que los parió.

Monster Magnet son la última gran banda de rock. Pudieron haber sido un fenómeno de masas, pero una desdichada concatenación de circunstancias los fueron arrinconando a una especie de gloriosa segunda fila. Al menos eso podrían pensar los que vean las cosas desde fuera: Monster Magnet son una banda de aforos medios, nunca se convertirán en estrellas. Pero eso mola: no recuerdo haber oído jamás un disco malo de esta gente. Su repertorio tira de espaldas.

Crónica de Emilio Morote Esquivel Metal Symphony

Por eso nos quedamos un tanto sorprendidos al comprender la magnitud de lo que estaba pasando anoche en la Sala Arena de Madrid, lugar donde los precios del bar hacen que el concepto de alcoholismo se traslade a los terrenos de la ciencia ficción.

Porque Monster Magnet vinieron anoche a Madrid a tocar entero su último trabajo, el muy conseguido “Last patrol”, un redondo que ha marcado un pequeño cambio en la trayectoria de la formación, una vuelta a los orígenes si es que se nos permite una frase hecha que, por una vez, obedece a la realidad tal cual. La decisión es polémica. El cancionero de Monster Magnet resulta blindado contra el paso del tiempo y la polilla: discos como “Powertrip”, “Dopes to infinity” o “Monolithic Baby!” tienen chicha para extraer de ellos… aunque se reniegue del pasado metálico de la banda y se obvien pepinos hipernucleares del calibre de “Mastermind” o “God says no”, discos brutales a pesar de haber sido concebidos ─según ha aclarado en más de una ocasión el señor Dave Wyndorf─ en condiciones tirando a chungas.

Como decimos, el señor Wyndorf llega, se cuelga la guitarra, agarra el micro y empieza a tocar la apertura del elepé, “I live behind the clouds”, que ya es atípico que un concierto de una banda de hard rock empiece así. Y he aquí el fondo de la cuestión, el asunto que parece que al señor Wyndorf le tiene un poco obsesionado, según se desprende de algunas de sus últimas declaraciones: él ha querido dejar claro últimamente que su aproximación al mundo del metal ha sido meramente temporal, oportunista incluso, y que Monster Magnet son un grupo más bien del rollito psicodélico de raíz Hawkwind. O sea, que al loro.

Al público no parece importarle demasiado este dilema musical. La gente que llena la sala en su parte, digamos, aprovechable recibe el tema con expectación que se resuelve en la segunda canción de la noche, “Hell patrol”, un pedazo de fistro de casi diez minutos en el que los guitarristas se hunden en un foso de cieno eléctrico que casi produce sofocos. Estamos ante una canción de esas que se ven pocas. El guitarrista que ha sustituido a Ed Mundell es un menda que sabe lo que se hace. La imagen hard de la banda desmiente su inexplicable discurso antimetálico. La gente que ha acudido al bolo tampoco parece definirse estéticamente por esto o por aquello. Pero la verdad es que ahí arriba están estos cinco tíos dando un repaso a su última entrega discográfica. Eso es creer en lo que uno hace.

Sin embargo, la sensación general en la sala era de cierta consternación. Monster Magnet vienen poco por estos andurriales. Vamos, no vienen nunca. Y la gente quería escuchar “Seven Witches” y esas cosas que tanto se han hartado de oír unos y otros en los años que llevamos siguiendo a la banda. Pero no. No hubo piedad. Monster Magnet tocaron entero, repetimos, su último plástico.

A nosotros esa decisión no nos sentó demasiado mal. Nos limitamos a disfrutar de lo que había: una estupenda formación de hard rock tocando en condiciones del Ave Fénix. Después de un amargo paseo por el lado oscuro, el señor Wyndorf vuelve a encontrarse en un estado de forma excelente. Canta de manera clara, nítida, sin forzar y sin esforzarse demasiado. Suena igual que en sus grabaciones. O sea, que saben lo que hacen estos tíos. El señor Wyndorf ha vuelto, está orgulloso de su último retoño y quiere mostrarlo a su público. Así fueron las cosas anoche.

De propina se ofreció algún material de “Powertrip” y de “Dopes to infinity”. En la canción “Space lord” se comprobó finalmente lo que todos sabíamos: la gente había venido a que le tocaran los grandes éxitos. Nos tocaron otra cosa. Podría haber sido peor.

Crónica de Emilio Morote Esquivel Metal Symphony