Death Angel es otra de las bandas más representativas del thrash metal de la Bay Area que en la década de los ochenta surgió como nueva alternativa musical de perfiles extremos y cuya expansión acabó invadiendo el planeta.
Se formó en 1982 alrededor de cinco primos, Rob Cavestany (guitarra y voz), Gus Pepa (guitarra), Dennis Pepa (bajo), Andy Galeón (batería) y Mark Osegueda (voz), este último incorporado en 1984. Con esta alineación consolidaron su estatus con tres álbumes, The Ultra-Violence, Frolic Through The Park y Act III, convirtiéndose el primero de ellos en todo un clásico con el paso del tiempo.
Puntuación: 8,75
Crítica de Locky de Musicopolis
Un accidente en el que Andy Galeón se llevó la peor parte, además de otras circunstancias, truncaron su carrera y Death Angel entró en un estado de letargo que duró de 1991 a 2001.
Tras diez largos años de inactividad volvieron a la carga al firmar con Nuclear Blast y grabar dos álbumes The Art Of Dying (2004) y Killing Season (2008), con la ausencia de Gus Pepa reemplazado por Ted Aguilar.
Centrados en 2010, nos presentan Relentless Retribution, con una formación en la que Will Carroll sustituye a Andy y Damien Sisson hace lo propio con Dennis, renovando de esta forma la sección rítmica.
A pesar de que se les puede achacar algún altibajo en su trayectoria, lo cierto es que Death Angel siempre han permanecido fieles al estilo que les dio fama y prestigio. Lo ratifica la presencia de Mark Osegueda y Rob Cabestany, además de Ted Aguilar, que ya lleva una década en la formación.
De esta forma, nos encontramos ante un trabajo que, si bien mantiene las referencias al pasado, suena completamente actual, incidiendo en el poder de las guitarras para mostrarnos un entorno repleto de riffs perfectamente equilibrados y solos afilados, así como una impetuosa dinámica rítmica, tal como se puede apreciar desde la inicial “Relentless Retribution” con un excelente aporte de Will en la batería apoyado por el bajo Damien mientras Rob y Ted comparten filigranas guitarreras al tiempo que Mark escupe frases con fiereza, hasta el final con al furibunda “Where They Lay”.
Menos virulentos se muestran en “Claws In So Deep”, donde exhiben unos inusitados perfiles algo más melódicos, sobre todo en el apartado vocal, además de cortar de forma abrupta el ritmo para introducir un largo y solitario desarrollo de guitarra acústica. Algo que repiten en “Volcanic”.
Un par de pequeños lapsus de calma que dejan paso a nuevas “tempestades” como “Truce” (con un incendiario solo); “Into The Arms Of Righteous Anger”, muy “a lo Metallica” (al igual que “Absence Of Light”); la frenética “River Of Rapure” y, en definitiva, un contenido general plenamente convincente, donde apenas hay lugar para el reposo, y que aumenta la valoración del álbum además de ser un indicativo definitivo de que los veteranos Death Angel (con una formación algo remodelada) no han perdido ni mordacidad ni energía a pesar de los años transcurridos desde que siendo apenas adolescentes irrumpieran en el mundo del metal.