WASP – 03 Noviembre 2017 – La Rivera (Madrid)

No hubo teloneros, pero comparando la primera parte del concierto con la segunda, dio la impresión de que salieron a tocar dos bandas distintas. La primera parte fue buena, correcta y entretenida; la segunda fue un bombazo tremendo. Esperemos que para la próxima no tengan que recargar las pilas en el descanso y que el nivel que hubo a partir de los bises sea el mismo desde el principio.

Han pasado veinticinco años desde que WASP dio a luz una de sus obras maestras, The Crimson Idol. Es un álbum conceptual que narra la historia de un personaje ficticio, Jonathan Steel, quien fue criado en una familia media con su hermano Michael, a quien quería con creces. Cuando Jonathan cumplió catorce años, un conductor ebrio atropelló a Michael y murió en el acto. Debido a esto y a un enorme sentimiento de inferioridad que fue desarrollando durante su infancia, huyó de casa y descubrió el alcohol, las drogas y consiguió la guitarra que poco después le llevó al estrellato. Cuando ya obtuvo bastante fama y las cosas le iban bien, una gitana le echó las cartas y le reveló que su futuro se veía oscuro solitario. La caída final de Jonathan se produjo cuando un amigo suyo intentó ayudarle en una fiesta llamando a su madre para contarle las cosas que había conseguido y así lograr la aceptación que tanto había deseado desde pequeño, pero la respuesta de la madre fue “nosotros no tenemos ningún hijo”.

Así, el viernes 3 de noviembre los de Blackie Lawless volvieron a La Riviera -con un sold out bastante previsible- para interpretar el disco al completo. Los encargados de abrir la tarde eran BEAST IN BLACK, pero según un comunicado que sacaron el día anterior, WASP les obligaba a pagar por tocar y además no les dejaban hacer pruebas de sonido, así que entre eso y que su bus se rompió de camino a Murcia, cancelaron la gira europea. Es una pena porque pese al poco tiempo que tiene la banda el nivel que tienen es sobresaliente. Recomiendo muchísimo que le deis una escucha a su primer disco, Berserk, que justo salió el mismo día del concierto.

Fue un concierto con sus más y sus menos. Sorprendentemente, la voz de Blackie estuvo muy bien –hay quienes comentan que nunca le han visto tan correcto en años-, pero la interacción con el público fue bastante escueta, por no decir casi inexistente. En las partes instrumentales, por cortas que fueran, Blackie se daba la vuelta y le daba la espalda al público hasta que le tocaba cantar de nuevo, dejando el peso del protagonismo en los hombros de su compañero Doug Blair. Las luces también fueron muy pobres: usaban una tenue luz roja o morada, depende de la canción, para iluminar el escenario. El juego de luces no llegó hasta los bises, error garrafal bajo mi punto de vista.

Hubo tres pantallas de apoyo en las que se fueron proyectando distintos vídeos con la temática del The Crimson Idol. Cuando la canción hablaba de la infancia de Jonathan, las pantallas mostraban su mala relación con los padres, los gritos de desolación del niño y algunos momentos en los que le torturaban; cuando llegaba el tema en el que la gitana le echa las cartas, en las pantallas se proyectaban escenas de una gitana mostrándole las cartas de la muerte, del cazador o de la torre. Todos los vídeos estaban relacionados con los temas del álbum. Podría haber sido algo que recargase demasiado un espectáculo que no tendría por qué tener nada más que cuatro buenos músicos, pero la verdad es que fueron un apoyo importantísimo que, pese a estar en blanco y negro, le dieron mucha vida a la noche.

El orden de los temas del setlist fue el mismo que el del álbum, así que comenzaron el concierto con un “The Titanic Overture” que dejó con muy buenas sensaciones de lo que estaba por llegar debido al ya comentado estado vocal de Blackie. Le siguieron un “The Invinsible Boy” y un “The Arena of Pleasure” que sin proyecciones hubiesen pasado sin pena y sin gloria. Fueron actuaciones correctas en las que el público, a excepción de las primeras filas disfrutó mayoritariamente en silencio.

Y así se fueron sucediendo una tras otra todas las canciones del The Crimson Idol, sin una canción que sobresaliese y pisara a las otras, sin ningún momento mágico entre músicos y fans, sin luces nuevas, sin sorpresas. Fue una buena interpretación de TCI, pero tal vez demasiado lineal, ni siquiera había parones de diez segundos cuando un tema termina para presentar el siguiente –lo que, por cierto, aumentó la sensación de frialdad-. Si hubiesen interactuado con los fans, aunque fuera solo de vez en cuando, el concierto habría ganado mucho. El último tema del disco, “The Great Misconceptions of Me”, es sin duda uno de los más emotivos, y es que ese “only love, love set me free” tan desgarrador le llega al alma hasta a la piedra más fría. La canción acabó, las luces se apagaron y la banda desapareció.

Tras diez minutos de espera, WASP volvió a salir al escenario para tocar los bises. Esta parte del concierto no tuvo absolutamente nada que ver con la anterior: Blackie estaba animado y no daba la espalda, el juego de luces fue alucinante, las pantallas perdieron protagonismo… podría haber sido uno de los mejores conciertos del año si hubiese tenido ese nivel desde el principio.

Empezaron esta parte con un potentísimo “L.O.V.E. Machine”. Se vio por primera vez en toda la noche a La Riviera entera saltar, reír y cantar al unísono como si no hubiese mañana. Lo mismo pasó con la siguiente, “Wild Child”, quizás el himno más emblemático de la banda, es una canción que conoce todo hijo del rock. BATTLE BEAST, la antigua banda del líder de los que tendrían que haber sido teloneros, BEAST IN BLACK, cogió mucha fama por una excelente versión de este tema.

Continuaron con un tema actual, “Golgotha”, que ni desencajó ni se vio empequeñecida entre tanto clásico. No se vio a tanta gente seguir la letra, pero el ambiente era el mismo: cuernos, cabezas y cuellos girando de un lado a otro, saltos y gritos de euforia. El tema terminó y Blackie habló por primera vez en todo el concierto para darnos las gracias por venir y presentar lo último de la noche: “I Wanna Be Somebody”.

No hubo teloneros, pero comparando la primera parte del concierto con la segunda, dio la impresión de que salieron a tocar dos bandas distintas. La primera parte fue buena, correcta y entretenida; la segunda fue un bombazo tremendo. Esperemos que para la próxima no tengan que recargar las pilas en el descanso y que el nivel que hubo a partir de los bises sea el mismo desde el principio.

Crónica de Luís Brato de The Metal Circus