En este disco los veteranos reyes del black metal griego exploran atmosféras ritualísticas oscuras en diferentes culturas y espiritualidades. Un disco ambicioso conceptualmente que consigue presentar con éxito una atmósfera solemne y tribal, pero que se queda musicalmente un poco a medias, debido quizás a cierta falta de inspiración compositiva y de temas realmente destacables.
Durante mi adolescencia, a mediados / finales de los noventa, fui bastante fan del black / doom metal. No me gustaba tanto el black aspersor de Immortal, Mayhem o Impaled Nazarene, ni tan siquiera de Emperor, sino que yo era más bien de grupos con un componente más melódico: Paradise Lost, Moonspell, Samael, Dissection, incluso Cradle of Filth. En este mundillo Rotting Christ encajaban como un guante. Aunque el sonido era el más amateur de todos, y la pronuciación de Sotis era horrorosa, la verdad es que su música enganchaba lo suyo. Los descubrí con Thy Mighty Contract (1993), su segundo disco, y ahí ya tenían unos buenos pepinazos: recordaba flipar especialmente con la cañera «The Sign of Evil Existence», que abría el disco, y con «The Fourth Knight of Revelation», lenta y melódica, que lo cerraba. Ahí ya podíamos escuchar lo que serían los pilares básicos de la música de Rotting Christ en las dos décadas posteriores: riffs melódicos sencillos pero pegadizos y con mucho groove, letras satánicas a punta pala, agresividad contenida. Black melódico de manual.
Luego sacarían Non Serviam y después The Triarchy of the Lost Lovers (1996), que me encantó mucho y que aún considero su mejor disco, donde definieron firmemente las particularidades de su sonido, más pausado y acentuando su vertiente melódica sin perder agresividad. Mucha importancia de las guitarras, personales e identificativas, más trabajadas con sus distintivos harmónicos y punteos entrelazados. Un álbum lleno de canciones fantásticas y de riffs para recordar del que disfruto regularmente. En esos tiempos vinieron a la mítica sala Garatge de Barcelona junto a Samael y Moonspell, en un cartel que, por aquel entonces, me pareció prácticamente insuperable.
Con el también notable A Dead Poem (1997) y, sobretodo, con Sleep of the Angels (1999), viraron hacia una vertiente más gótica y, si bien aún me los compré ambos, este último ya casi no lo escuché. Entre ellos que se iban por esos caminos y yo que por aquel entonces me empecé a interesar por otros subgéneros quizás más punkeros, les perdí la pista durante unos cuantos años.
No fué hasta Aealo (2010) que me volví a tropezar con los griegos. Sin provocarme la pasión de antaño, lo que me encontré no me desagradó en absoluto. Siguen allí las melodías de guitarra tan identificables. En general el sonido es más bombástico, más rítmico, pero aún personal y perfectamente disfrutable. En la misma línea va su siguiente Κατά τον δαίμονα εαυτού (2013), muy dinámico y más variado, que recibió muy buenas críticas tras su publicación.
En Rituals no se alejan mucho de esta misma línea. Este disco, el treceavo ya de su dilatada carrera, y como se han encargado de indicar explícitamente con el título, gira alrededor de un concepto ritualístico. Cada canción es una plegaria oscura interpretada a través de diferentes civilizaciones y espiritualidades. De ahí que tengamos canciones en latín, en griego, en arameo, en francés, en inglés y en hindi. Casi nada. El concepto es muy interesante y está bien conseguido. Resulta bastante apropiado con este estilo tan rítmico y antémico que el grupo ha desarrollado en estos últimos discos.
Pero nos encontramos con una triste particularidad: las melodías guitarreras han perdido casi todo su protagonismo. Hay muy pocos riffs, muy pocos harmónicos, casi ningún solo. El ritmo tiene mucha más importancia que la melodía, con lo que en general da la sensación de quedarse un poco cojo, de que falta algo para llevar las canciones a otro nivel. Evidentemente, ésta ha sido la intención: para dar más fuerza, más raíces, a este concepto ritual, han decidido prescindir de muchas melodías y de guitarras demasiado complejas o agudas. La pena es que creo que las canciones que más destacan son precisamente las que aún las tienen.
El disco es sencillo y entra bastante fácil. Tiene una atmosfera tribal y visceral, orgánica. Acompañado en algunos momentos puntuales de instrumentos folclóricos para dar más empaque y personalidad a ciertas canciones. Si lo escuchas con este estado mental, imaginándote que estás en una cueva en plena plegaria satánica, la verdad es que dá bastante el pego. La producción es también excelente. Presenta fielmente la atmosfera que se quiere transmitir y todo suena nítido y solemne.
Líricamente, nada nuevo. Loas a Satán y a todos los dioses oscuros habidos y por haber. En mis años mozos, como buen metalero adolescente, yo también coqueteé con la imagenería satánica. Con el paso de los años, de todas maneras, y al entender un poco mejor el mundo y conocer gente de todos los pelajes, este tipo de letras e incluso nombres como el de esta banda me suenan un poco juveniles y hasta cierto punto risibles. Evidentemente no te vas a cambiar el nombre a estas alturas y, en todo caso, las letras siguen siendo tan satánicas como el primer dia. Está claro que no es por las letras precisamente que seguimos a muchas bandas en esto del metal, así que, a mirar para otro lado y a disfrutar!
Ninguna queja sobre la canción que abre el disco. «In Nomine Dei Nostri» es rápida, atmosférica, agresiva, con melodías y con un estribillo pegadizo y de puño en alto. Mi favorita junto con la magnífica «Elthe Kyrie», donde sumamos un excelente riff marca de la casa y un estribillo épico con estrofas veloces e histéricas de la mano de la voz angustiosa de la actriz griega Danai Katsameni, que te apremia con urgencia, violencia y pánico.
Estos dos temas son buenísimos, pero el resto del disco está un poco falto de frescura. Si bien el concepto a mí me gusta mucho, al final no sé si ha fallado la inspiración, o que sencillamente es complicado prescindir tanto de la melodía y seguir haciendo temas memorables. La mayoría de canciones transcurren por derroteros bastante similares: «Ze Nigmar» o «Komx ox Pax» son lentas, pesadas, machaconas. Ritualísticas. «Apage Satana» va un poco más allá aún, sonando a una especie de «Rattamahatta» del black metal. Dónde más curioso suena este concepto ritual es en «Devadevam», con cantos hindúes entrelazándose con los susurros y gritos de Sotis. La canción, como buen canto hindú, es mántrica, repetitiva e hipnótica. No es un tema espectacular, pero sí bastante interesante.
En «A Voice Like Thunder» tenemos una colaboración de Nick Holmes, vocalista de Paradise Lost. Es habitual en Rotting Christ contar con este tipo de invitados. Pero en este caso Nick no canta, solo recita, al principio y en alguna estrofa. Es cierto que mejora la pronunciación inglesa patillera de Sotis (algo no muy difícil por otra parte), pero la sensación es que es una colaboración bastante desaprovechada. El tema en sí empieza y acaba con sonidos de batalla, anticipando tralla, pero a la hora de la verdad estamos ante la pista menos agresiva de disco. Melódica y simplona, previsible y un poco plana, no pega demasiado con el concepto general, pero aún así, es disfrutable en su sencillez.
«Tou Thanatou» es algo irregular, y tampoco pega mucho, pero tiene muy buenos momentos y unos cuantos guiños al pasado. También contiene el único solo de guitarra del álbum, donde en solo quince segundos se nos recuerda de lo que son capaces Rotting Christ, y se nos revela qué es exactamente lo que hemos echado en falta en este disco. Cerramos con «The Four Horsemen», de nuevo, una lenta y misteriosa misa, con un tono un poco más épico y antémico que otros cortes. Para el bonus tenemos a “Lek’tar Ogar”, que repite la misma frase durante cuatro minutos y que quizás habría estado bien como parte de algun otro tema, pero que se hace un poco largo por sí solo.
Destaco dos muy buenas canciones, y me gusta la idea del disco, que creo que conceptualmente funciona bien, y que, cuando puedes dedicarle tiempo e imaginación, es bastante creíble. Aún así, hay tres o cuatro temas que no pegan en absoluto, y quizás hubiera apreciado que hubieran dado el paso completo y haber hecho un álbum musicalmente 100% conceptual, a riesgo de ser más plano. Pero en conjunto faltan momentos memorables, y creo que está un poco flojo de inspiración. Las canciones no son malas, no creo que haya relleno como tal tampoco, y el disco, a pesar de que no creo que se vaya a recordar especialmente, no se hace pesado ni largo y es disfrutable en general.
Recordemos que Rotting Christ estarán de gira por la península a principios de Noviembre, visitando Madrid y Barcelona de la mano de Madness! Live, y acompañados de Inquisition, Mystifier y Schammasch.
Tracklist:
In Nomine Dei Nostri (4:58)
Ze Nigmar (4:43)
Elthe Kyrie (4:50)
Apage Satana (3:50)
Les Litanies de Satan – Fleurs du Mal (3:55)
For a Voice Like Thunder (6:12)
Komx Om Pax (6:22)
Devadevam (5:18)
Thou Thanatou (3:38)
The Four Horsemen (5:24)
Lok’tar Ogar (4:26 – Bonus Track)
Crítica de Albert Vila de Metal Symphony