Tenemos aquí uno de los regresos más esperados de los últimos años. Después de muchos rumores y noticias At The Gates han vuelto al estudio, casi veinte años después de su separación y siete desde que se volvieron a reunir. Desde que lo dejaran después de sacar un disco tan mítico como Slaughter Of The Soul todo un género despegó, en buena parte gracias a ellos.
Crítica de Juan Manuel Vilches de Musicópolis
Pero sus dos trabajos anteriores, With Fear I Kiss the Burning Darkness y Terminal Spirit Disease ya tenían bastante definido el mismo sonido con el que por aquellos primeros noventa otras bandas como Carcass, Dark Tranquility, In Flames o Unleashed estaban experimentando. Sin embargo, le dieron tal vuelta de tuerca que su influencia posterior ha sido enorme, gracias especialmente a unos músicos en estado de gracia y a unas composiciones absolutamente redondas.
Ahora, con este nuevo trabajo todo nos recuerda a aquellos años de mediados de los noventa, aunque con pequeñas licencias que modernizan un poco la propuesta. El riff de The Conspirancy Of Blind recuerda demasiado al de Terminal Spirit Disease y Death And The Labyrinth quizá un poco a World Of Lies. Pero, exceptuando estos momentos, el disco suena fresco y temas como The Night Eternal o Order From Chaos denotan que la banda ha echado horas en la composición. El Altar Del Dios Desconocido abre el disco como si hubieran estado escuchando Pylar sin parar en los últimos años, y seguramente si así hubiera sido hubieran contado con ellos para las voces en vez de con el chileno Anton Reisenegger.
Los hermanos Björler están en plena forma, como han demostrado recientemente en el último disco de The Haunted, y se conjugan a la perfección con Martin Larsson, que sigue siendo un buen ejecutor. El trabajo de Adrian Erlandsson en los discos clásicos de la banda fue fundamental, pieza clave de su sonido, y ahora lo sigue siendo. Donde nos damos cuenta de los casi veinte años transcurridos es con la voz de Tomas Lindberg, que se mantiene, pero se encuentra lejos de lo que fue. At War With Reality suena como tiene que sonar: son At The Gates, pero veinte años más tarde.
Crítica de Juan Manuel Vilches de Musicópolis