Con un tiempo marcadamente primaveral, mientras cientos de parejas y familias paseaban por la orilla de aquello que una vez no sólo se llamaba río Manzanares, sino que lo parecía, al menos a su paso por la Capital, los madrileños SÔBER rompían la tranquilidad vespertina con estilo, montados en un flamante coche clásico rodeado de un séquito de moteros. Ninguna excusa mejor para ello que la de presentarnos en directo su aclamado disco «Letargo”, y por supuesto que un servidor no quería perderse la cita.
Crónica de J. José Jiménez de RafaBasa.com
Tras el cambio de sala a otra de mayor aforo como es La Riviera días antes del evento, ésta llegó a colgar el cartel de “no hay entradas”, dejando no obstante, espacio más que suficiente para todos los allí congregados disfrutáramos del concierto sin apreturas. El escenario venía presidido por una pantalla al fondo y cuatro televisores a pie de tarima por los cuales se fueron sucediendo representaciones y vídeos relacionados, en mayor o menor medida, con cada una de las canciones. Dos pantallas gigantes laterales, junto a la P.A. mostraban imágenes del público y escenario recogidas por las cámaras que, por doquier, inundaban la sala, incluyendo una con brazo hidráulico para hacer barridos situada en el lateral izquierdo.
Sin banda telonera ni acto preliminar, más allá que el de esperar mientras La Riviera se llenaba a ritmo de esa obra maestra creada por Pearl Jam y conocida como “Ten”, además de vídeos de sus patrocinadores que hacían fugaces apariciones por las pantallas, la banda nos daba la bienvenida desde los camerinos, instándonos a esperar cinco minutos más para su salida. Recién pasadas las nueve de la noche sonaba el “Back in Black” de AC/DC como apertura, apagándose las luces y dando inicio a las dos horas de música en directo.
Siempre he tenido a SÔBER como una magnífica banda en directo y la noche del sábado constaté que actualmente se encuentran en su mejor momento. Hubo un par de fallos de coordinación musical y efectos en las pantallas, pero nada que no fueran pequeños gazapos propios de un inicio de gira, no siendo óbice para el disfrute. El repertorio estuvo basado en una colección de clásicos imprescindibles para entender su carrera, así como cinco temas de “Letargo” inteligentemente insertados entre los temas de mayor calado histórico.
“Sombras” suponía el pistoletazo de salida, saludando a todos los allí congregados con su estribillo “bienvenidos al infierno”. Con “La Araña” se iba terminó de tejer la comunión banda/público al igual que las fibras hiladas que figuraban en las pantallas. En sólo dos canciones y el sonido ya era tan nítido como potente, tónica que se mantuvo durante toda la velada. Breve presentación del siempre atento Carlos Escobedo con un “Espero que esto no dure un día, ni un siglo, sino una Eternidad”, enlazando al fin con el nuevo disco y un Mañana dinámico y cargado de desamor en su lírica que entró de lujo.
Todas las voces, las de banda y público, fueron una con “Diez Años” mientras veíamos unas ruletas en perspectiva cenital cambiando de colores. Aprovecharon además para alternar sendos solos de guitarra con sus respectivas presentaciones al dúo de las seis cuerdas, afirmando Carlos que tanto Antonio como Jorge son sus hermanos y no únicamente el que lleva su mismo apellido. Vuelta a su último lanzamiento con “Letargo”, excelentemente recibida. Tuvieron un pequeño fallo de coordinación en su interludio antes del último estribillo que no rompió la atmósfera creada por la magnífica canción.
El machacante ritmo de “Paradÿsso” nos hipnotizó, al igual que “La Prisión del Placer” (donde hubo un pequeño error y proyectaron las imágenes de copos de nieve una canción antes). “Blancanieve” fue recibida como si fuera ya un clásico, similar a la reacción con “Encadenado”, que provocó el delirio, siendo una de las más coreadas. Nueva mirada al pasado con un espectacular “Cubos” (siempre me encantó su riff principal, sencillo y efectivo, así como su genial estribillo) y un “Arrepentido” que debieron escuchar a kilómetros de distancia.
Primera salida del escenario, encarando el bis en un ambiente intimista con imágenes de cirios prendidos al son del precioso “Náufrago”. “Insecto” volvería a poner aquello patas arriba, volviendo a los clásicos con “Vacío” (con marcados tonos verdes y bafles en vibración, emulando su videoclip) y “La Nube”.
Segundo y último mutis escénico, primero arengándonos con las cámaras desde el camerino junto a Dúo Kie, saliendo con “El Hombre de Hielo” (emotiva como siempre), uniéndose la citada dupla rapera para “Perdón” (formando una curiosa mezcolanza de estilos que recogía el testigo que Anthrax y Public Enemy dejaran en su día), “Tic Tac” y ese final alargado en el que nos introducían a la algarabía generalizada de “Loco”, perfecto fin de fiesta.
Poco a poco íbamos abandonando la sala, tras la foto de familia con los músicos posando ante sus fans. Salíamos contentos, sudorosos y con la sensación de que habíamos presenciado un gran concierto de una no menos gran banda. Dos horas de música, espectáculo en las que abandonamos nuestro letargo.
Crónica de J. José Jiménez de RafaBasa.com