La última reencarnación de Whitesnake tomó forma en 2002 cuando su carismático líder David Coverdale la rescató del limbo para celebrar su 25 aniversario. Ya en ese momento aparecieron en escena dos guitarristas que inyectaron nuevos bríos a una “serpiente” que había pasado demasiado tiempo aletargada: Doug Aldrich (Burning Rain, Dio) y Reb Beach (Winger, Dokken, The Mob, Alice Cooper).
Puntuación 8,25
Crítica de Locky Perez de Musicopolis
Pero no fue hasta 2008 cuando los seguidores de la banda pudieron comprobar si funcionaba la química entre el veterano vocalista y sus “cuarentones” nuevos camaradas de las seis cuerdas al lanzar Good To Be Bad, primer trabajo en estudio desde que en 1997 apareciese Restless Heart, superando la prueba positivamente.
Tres años después repiten experiencia con una sección rítmica renovada en la que el brillante Brian Tichy (Ozzy, Billy Idol, Foreigner, Lynch Mob) se hace cargo de la batería y Michael Devin (Kenny Wayne Shepherd, Lynch Mob) del bajo, sin olvidarnos de la presencia de Timothy Drury (también incorporado en 2002), aquí colocando estratégicos teclados de manera casi subliminal.
David Coverdale no es un tipo dado a las improvisaciones, así que, para lanzar una nueva grabación todos los elementos tienen que encajar lo más perfectamente posible. Bajo esta premisa y junto a unos músicos a los que les sobra capacidad y competencia, el experimentado cantante se ha asegurado de que Forevermore funcione como una máquina del tiempo para rescatar los perfiles que permitieron a Whitesnake forjarse un lugar en el universo del hard rock.
De esta forma, el contenido del disco viene a ser como una amalgama de reconocibles sonidos en los que están implicados esquemas que, de igual modo destapan sus instintos más energéticos como sus habilidades comerciales, además de las consabidas virtudes a la hora de añadir el inevitable toque romántico. Todos estos recursos quedan plasmados a lo largo del álbum.
Si hablamos de momentos vibrantes debemos mencionar las iniciales “Steal Your Heart Away” y “All Out Of Luck”, sin dejar de lado “Tell Me How”. Más decantadas hacia los estribillos pegadizos están, “I Need You (Shine A Light), “Love And Treat Me Right” y “Dogs In The Streets”, las dos últimas con unas de las mejores aportaciones solistas del álbum. Todas, en conjunto, cuentan con un excelente trabajo en lo que se refiere a los desarrollos y fraseos de guitarra.
Por otra parte, tenemos “Love Will Set You Free”, en la que David Coverdale muestra claramente sus vínculos con el soul, así como un par de acercamientos a Led Zeppelin, “Whipping Boy Blues” (con reminiscencias de “Black Dog”) y “My Evil Ways”, aunque en este caso menos visible.
La inevitable cuota de baladas la aportan “Easier Said Than Done”, “One Of These Days”, “Fare Thee Well” y “Forevermore”, las tres primeras en una onda, digamos clásica e intimista y la última envuelta en una atmósfera instrumental más épica.
En la conclusión, solo queda ratificar el excelente estado de la garganta de David, modulando su voz de forma camaleónica según lo requiera el contexto de la pieza a interpretar y sin desaprovechar atrevidas subidas de tono cuando es necesario.
Como coproductor y coescritor junto a Coverdale, se ha de reconocer el peso esespecífico de Aldrich y valorar su trabajo como parte importante en el resultado final.
Crítica de Locky Perez de Musicopolis