Suicide Silence – Suicide Silence

La que se lió cuando Suicide Silence anunciaron que su nuevo disco iba a contener un setenta por ciento de voces limpias. Miles de seguidores del Deathcore batieron sus antorchas por los tortuosos senderos de internet preparados para dar caza a semejantes traidores al género; se rasgaron las vestiduras y proclamaron su total odio hacia tamaña atrocidad. Ni que decir tiene que uno, que ya pinta canas en la barba, no puede dejar de asombrarse de semejantes estallidos de furia ante un anuncio de este tipo, llegando a realizar una petición en Change.org pidiendo que no se lanzase el disco…

Claro, que luego eres testigo de la reacción del grupo, lanzándose en combate suicida (Nunca mejor dicho) contra esas hordas como si se tratase del Leónidas y los suyos en las Termópilas y entonces entiendes que no te queda otra que comprarte unas palomitas y ver dónde termina esto.

Pongamos por delante que soy de la opinión de que un músico tiene todo el derecho del mundo a arriesgar y dar giros estilísticos a sus creaciones. Salir de la denominada zona de confort es una vía muy interesante que en ocasiones te puede acabar llevando a otro nivel superior. Por eso aparte de por el impulso morboso, decidí acercarme al quinto álbum de estudio de la banda californiana.

Suicide Silence es un viraje hacia el nu metal del combo, cosa que tampoco debería extrañarnos tanto, ya que a lo largo de sus trabajos anteriores ya se podía percibir ciertas influencias del estilo (Si llegaron a colaborar con Jonathan Davies en Witness the Addiction allá por el 2011…).

Personalmente, el resultado nunca ha llegado a engancharme. Para empezar, creo que la producción de Ross Robinson, que tan buenos resultados le ha dado en otras ocasiones, ha patinado en esta; quizás sea que una banda acostumbrada a un trabajo de estudio tan fino ha terminado mostrando ciertas carencias cuando se han minimizado los arreglos, a lo mejor las composiciones necesitaban un sonido con mayor fuerza y pegada, o posiblemente se han pasado de crudeza y se han pasado por alto muchos puntos que deberían haberse trabajado de manera más concienzuda. Sea como fuere, echo en falta mayor contundencia en determinadas fases que son demasiado planas y terminan desconectándote del disco.

Instrumentalmente han simplificado sus composiciones de una manera notable, e incluso en ocasiones excesiva, dejando a Hermida en un primerísimo plano del que no sale excesivamente mal parado gracias a su juego con los diferentes registros, pero donde a veces pincha y termina quedándose totalmente expuesto.

Mientras En Dying in a Red Room juegan a ser Deftones, en Don´t Be Careful You Might Hurt Yourself se disfrazan de Slipknot, mientras que a lo largo de los 9 cortes se internan en un camino que hace años empezaron a abrir Korn; pero lo hacen sin la chispa y la frescura que esas bandas aportan, por lo que personalmente se me hace extremadamente difícil mantener la atención fija en las canciones, y sin darme cuenta termino divagando sobre el sentido de la vida sin apenas percatarme de lo que entra por mis oídos.

En resumen, creo que la calidad del trabajo termina quedando enterrando el disco bajo los escombros del polvo que levantó toda la polémica previa.

Tracklist:

1. Doris
2. Silence
3. Listen
4. Dying in a Red Room
5. Hold Me Up, Hold Me Down
6. Run
7. The Zero
8. Conformity
9. Don’t Be Careful, You Might Hurt Yourself

Crítca de Diego Perela de Metal4All.net