Tanto Edguy, con un exultante Tobias Sammet, como sus espectaculares teloneros Kottak alimentaron el paradigma de lo que debe ser un grupo de rock en acción.
A todos y cada uno de los asistentes que abarrotaron el lugar les compensó pagar el precio de las entradas porque disfrutaron de dos bandas que se desvivieron para dar lo mejor de sí mismas y correspondieron a la audiencia con cariño, garra e ingentes dosis de sentido del humor.
Crónica de Jason Cenador de MariscalRock.com
El pistoletazo de salida fue cosa de Kottak, llegados de Los Angeles y con el aval de contar en sus filas con el batería de Scorpions, James Kottak, reconvertido a cantante y guitarrista en esta formación. Con un imparable punk rock de pinceladas british, su concierto fue un derroche de energía y gancho a partes iguales. El público se vio desbordado ante la avalancha de buenas canciones como “Scream With Me”, “Time To Say Goodbye” o “Rock & Roll Forever”, eslogan que el propio James tiene tatuado en letras gigantes por toda su espalda. Los estribillos son tan coreables que incluso sin saberte las canciones terminas cantándolas, y así le ocurrió a gran parte de los presentes, que vibraron con la intensidad desplegada por James y los suyos, especialmente Stephanie Smith, también vocalista y bajista de la banda, que no paró quieta ni un solo instante. El incesante buen rollo con la gente y el descaro que exhibieron en todo momento les valió para alzarse como un grupo estrella que más parecía, a tenor de la situación, el cabeza de cartel que un mero telonero. Se marcaron una acertada versión de “Holiday’ de Scorpions que terminó por caldear por completo los ánimos de todo el mundo. Desde luego, la impresión general tras su gala es que el listón para Edguy estaba muy, pero que muy alto, y es que el hecho de apostar por teloneros de este calibre acarrea el riesgo de que eclipsen al cabeza de cartel. Pero nada más lejos de la realidad, supuso en todo caso una motivación extra para unos Edguy que salieron a comerse el mundo y lo devoraron sin servirse precisamente del mejor set list de su carrera.
Hasta seis canciones del nuevo disco incluía el repertorio de la banda alemana, casi la mitad, pero si en algo son un valor seguro es en directo, y este es el mejor escaparate para presentar con plena convicción los temas de una nueva obra que ha propiciado opiniones dispares entre los que la alaban y los que consideran, para bien o para mal, que es más de lo mismo.
Lo cierto es que los temas de «The Age Of The Jocker» calaron francamente bien entre el público y además ganaron enteros en vivo.
Como no podía ser de otro modo, eligieron una composición de su más reciente obra para inaugurar la función, “Nobody’s Hero”, que fue sucedida por su compañera de redondo “The Arcane Guild”. Ya estaba lo suficientemente cocinado el contenido de la olla a presión que era la sala Heineken para aliñarlo con un explosivo “Tears Of Mandrake”, que no veas si le dio sabor a lo que se cocía. Por cierto, que en las primeras filas, también nos cocíamos nosotros. Poco importaba el calor para cantar a viva voz los estribillos de la fábrica de himnos que son los herederos del Happy Metal del siglo XXI.
Habían sido tres canciones sin tregua y el gran showman Tobias Sammet, dicharachero como ninguno (o casi ninguno, se llevaría bien con el gran Óscar Sancho de Lujuria), por fin se dirigió largo y tendido a los suyos. Hay que ver lo que habló aquella noche el talentoso vocalista nacido en la Alemania central. Tras saludarnos pertinentemente y sacar a pasear con desparpajo su orgullo por la nueva obra cosechada, arremetieron con uno de sus puntos fuertes y más originales, “Pandora’s Box”. En ella, el soberbio guitarrista Jens Ludwig, tocó a ratos una guitarra acústica posada horizontalmente a su lado. Todo iba sobre ruedas, con su feeling intacto. Hay que destacar el apartado de las luces, el mejor juego lumínico que he visto sin duda en Heineken. Hasta donde me pareció entender, la sala tuvo un problema con su propio equipo de luces, que estaban inactivas, y desde luego las que las reemplazaron no desmerecieron. Eso, unido a un muy buen sonido, dibujó un cuadro perfecto.
Tobias volvió a dirigirse de nuevo al respetable intentando hacerle cantar lo que parecía una típica canción de fiesta alemana o algo así. Por la perplejidad de todos comprobó que no se la sabía nadie. Con un control absoluto de la situación, se fue ganando al público con cercanía y familiaridad, leyendo muchas de las incontables pancartas que había y bromeando unas veces sí y otras también. El simpático cantante presentó la aclamada “Rock Of Cashel” como una canción inspirada por alguien que no podía decir para no incurrir en plagio. El tema sonó inconmensurable, como inconmensurable siguió siendo la manera de avivar los ánimos de todos por parte de Tobias. Con el cachondeo por bandera nos hizo cantar y gritar, y llegó aquí uno de sus puntazos de la noche. Empezó a decir que lo hacíamos mal y hasta a hacernos cortes de manga, todo en el marco de su gran sentido del humor, porque ellos, aseguró, son sinceros y no son como otras bandas que le dicen noche tras noche a los públicos de diferentes sitios que son los mejores. En este momento hizo el típico gesto del martillo de Manowar ante la carcajada generalizada. Después de mucho vacilarnos y de poner por las nubes los decibelios del público, que por cierto estaba microfonado para que se oyese más, atacaron con la sensacional y desenfadada “Lavatory Love Machine”, que volvió mucho más loca a la gente que la siguiente y más épica “Behind The Gates To The Midnight World”. En ella Jens cuajó un papel magnífico.
Alguien le dio a Tobias un CD y este respondió con sorna diciendo que van a pasar la mano para que les diéramos todas las carteras. Pocos conciertos recuerdo en los que se les diera tantas cosas al grupo por parte del público. Más risas y anécdotas antes de acometer, con Tobias imitando el gesto de un arquero, la abanderada del último álbum, “Robin Hood”. Sonó tremendamente bien y en ella lanzaron un consecuente mensaje: “No todo es querer, también dar de ti”. El batería Felix Bohnke no acepta ningún papel de segundón, y eso junto con su vocación de showman quedó en evidencia con un interminable solo de batería tras este corte. En él llegó a sonar la banda sonora del Equipo A.
Se explicó Tobias sobre una broma de tantas que había hecho con anterioridad haciendo alusión a las drogas dejando claro que él no se droga y está en contra de ellas, si bien puede beber una, dos, tres… y así hasta 10 o 12 cervezas. Estaba sembrado el alemán, que lo siguiente que hizo fue elogiar a su técnico de sonido afirmando que “puede hacer cosas con los dedos que no pueden hacer muchas de las mujeres que hay aquí”. El técnico de marras hizo un muy buen trabajo en su cometido con un dedo roto, y Sammet lo supo valorar además de ofrecerle para quien quisiera dormir con él, entre risas y más risas. La siguiente canción en caer fue “Ministry Of Saints”, único superviviente de su brillante penúltimo disco ‘Tinnitus Sanctus’, que a buen seguro se merece alguna más. Otro álbum que a mi parecer está infrarrepresentado es el ‘Rocket Ride’, del que no sonaron piezas maestras como la que da nombre al disco, “Return To The Tribe”, “The Asylum” o el espléndido medio tiempo “Save Me”, tan añorado que hasta había una pancarta entre el público pidiendo a la banda que por favor lo tocasen. La que si interpretaron es la imprescindible “Superheroes”, un clasicazo que sienta fenomenal al directo. Antes de retirarse por vez primera echaron mano de uno de sus hits más laureados, “Vain Glory Opera”, himno que han tocado, en boca de Tobias, todas las veces que han girado por España. Bromeó con que se la habían robado a Europe, por los característicos teclados que posee.
Antes de encarar los bises, volvió el frontman a hablar dilatadamente con el público, ofreciéndonos alguna de las canciones que podrían tocar como “Save Me” o “All The Clowns” que se quedaron en el tintero porque, según justificó, ya las han tocado muchas veces. La que han tocado muy poquito y esta vez sí pudimos disfrutar, después de que Tobias preguntara de manera repentina y entre risas qué pensábamos del ‘St. Anger’ de Metallica, fue la trepidante “Babylon”, en la que muestran su lado más powermetalero. En su estribillo y por un par de veces, el cantante dio un giro inesperado cantando el “Eagle Fly Free” de Helloween. De locura. Le dio por preguntarnos, tan repentinamente como la anterior, qué pensábamos de Lionel Messi. En terreno madridista, ganaron los abucheos al nombre del crack del Barça, siempre de forma distendida. Como distendidos seguían los músicos, en su salsa. Entonces les dio por tocar el comienzo del “Hallowed Be Thy Name” de Iron Maiden y después la primera parte de “The Trooper. Para concluir este momento exhortaron al público que se sentara en el suelo “porque era un momento muy heavy” que además “requería concentración”. Para levantar a la gente de nuevo, el simpático cantante dio un agudo y todos arriba.
El final se acercaba irremediablemente y así lo auguró Tobias, diciendo que había alguien mirando su reloj y que son estrictos con el horario, así como que al igual que la sala había tenido problemas con las luces, ellos los tenían con el reloj. Tras agradecer con apego nuestra presencia y aconsejarnos que no nos lo tomemos todo en serio (qué mejor consejo para remachar un show con tantas risas), cerraron su actuación con el inapelable “King Of Fools”, para delirio de todos los que, a buen seguro, recordarán esta noche por mucho tiempo.
Crónica de Jason Cenador de MariscalRock.com